El circo del poder y los muertos dentro del placard

Un amigo madrileño resumió con dos palabras el grotesco que se tuvo que vivir en la Cámara de Diputados. “Yo no sé por qué no siguen votando a estos tíos -me dijo-. Es posible que roben y mucho, que no solucionen nada, que oculten a los muertos, pero nadie puede negar que son divertidos”.

Me confesaba que nunca había visto algo así, que un diputado le bese la teta a su novia en plena sesión. ¡Y encima le pagan 270 mil pesos! exclamó.

De no ser porque los argentinos tienen esa predisposición para naturalizar todo, el hecho es para horrorizarse. Y, además, el mismo día uno se entera que estaban escondiendo muertos y de a miles.

Desde España apuntan: “¿y qué esperaban, que, como decimos nosotros, los muertos entierren a sus muertos?”. Y en verdad esos 3.500 cadáveres aún estaban sin ser enterrados.

El gobierno de Alberto Fernández es una caja de Pandora, llena de desgracias y lo peor es que en el fondo no está la esperanza como planteaba el mito griego.

Los argentinos nos hemos quedado sin ella. Los sueldos no superan los 200 dólares mensuales mientras que en la gestión de Menem, el sueldo más bajo era de quinientos de la moneda estadounidense.

El ajuste neoliberal de Mauricio Macri ya parece una revolución socialista a la par del ajuste de Fernández. La ley de movilidad jubilatoria de Cambiemos preveía un sueldo muy superior al que están cobrando hoy los jubilados, pero Alberto se obstina en aparecer como el justiciero de estas pampas.

Todos son muy patéticos y mucho más los diputados. Uno que se anima a darle a su novia un beso en la teta en plena sesión, el Presidente se horroriza y lo denuncia luego de un juicio sumarísimo, y luego se dedica a florearse en los medios. Veremos qué opinará mañana de esto, porque con sus cambios de opinión es capaz de reivindicar el hecho bajo el argumento hippón de la libertad sexual.

Alberto Fernández sigue desorientando con sus juicios y desafía toda lógica política con sus apologías indirectas al desgano y a la pereza.

Sólo falta ahora que Cristina Kirchner salga a desmentir la crisis hotelera diciendo que en los suyos ya no tienen capacidad y que tiene contratadas todas las habitaciones por un nuevo rico llamado Lázaro Báez.

Mis amigos españoles, cansados de luchar contra el virus pero sin estas distracciones, han decidido radicarse en la Argentina para salir de alguna manera de su confinamiento y de su depresión.

De mal en peor

La pandemia sigue sacudiendo a la región. Aquella época de los dos o tres contagios diarios quedó atrás. Hoy, los positivos suman de a decenas y nadie sabe qué pasó. Lo mismo pasa en Tandil, en Laprida y en toda la región.

Pero esto ya es un fatalismo y hasta que no esté la vacuna o alguna cura que no sea un paliativo, todo seguirá como hasta ahora.

En lo político, el colega El Popular de hoy adelantó la conformación de un espacio ampliado en el kirchnerismo, pero no parece ser otra cosa que una remodelación de La Cámpora. Es decir, a su búnker le agregaron una pieza más que habita una tal Patricia Bahl y con dos o tres artesanos que no juntan un solo voto.

Pero parece que César Valicenti, el jefe máximo de los camporistas, le habría pedido a Patricia una especie de “prueba de amor” para que no pase lo que ya pasó hace seis años cuando ella les votó en contra de su candidato a presidir el Concejo Deliberante votando a Eduardo Rodríguez, hoy el primero de los massistas, aunque antes fue el primero de los eseverristas y de los kirchneristas. Eso sí, cambió constantemente pero siempre buscó ser el primero por deserción del resto.

Y el sindicalismo quiere incursionar en la política, porque se gana mejor y no se hace nada. Menos que en lo gremial.