“Curucho” Cángaro: recuerdos de aquel férreo marcador de punta de Estudiantes

“Hacía mucho tiempo que no venía a Olavarría. Yo estoy viviendo en Ayacucho y vine a Loma Negra para traer a probar dos chicos de mi ciudad a través de un contacto con Daniel Torrisi y Roberto “Osito” Rodríguez, y veremos el interés que puede tener la institución. Yo les dije que los probaran en un partido, en un amistoso, y les voy a dar una mano si tienen que volver para hacer algún trabajo específico”. El que cuenta esto con cierta nostalgia es Juan Carlos Cángaro, “Curucho” para todos del ambiente del fútbol que fueron protagonistas o que fueron a la cancha en la década del ´70. Y si son hinchas de Estudiantes, lo recordarán mucho mejor.

Juan Carlos “Curucho” Cángaro (71 años) vistió la casaca bataraza y fue campeón. Son recuerdos imborrables para todos los “bataraces” fundamentalmente, pero también para quien vio jugar a este defensor (eran de aquellos que pasaba el hombre o la pelota, nunca los dos juntos) que tiene un hijo, tres hijas y tres nietos. “Tengo dos hijos de mi primer matrimonio: Juan Manuel (45) y Eva María (40). De mi segundo matrimonio, ya que me casé después en Ayacucho, tengo dos hijas: Serena Morena (25) y Brisa (21). Y tres nietos: Toto, Clarita y Tiziana, todos hijos de Juan Manuel y viven en La Plata” dice “Curucho”, profesor de educación física (estudió cuando el Instituto estaba en el cerro “Luciano Fortabat”), también dedicado a la política en su momento en Ayacucho y –recordado- férreo marcador de punta, quien antes de venir a Estudiantes jugó en San Lorenzo de Mar del Plata.

“En San Lorenzo de Mar del Plata jugué dos torneos nacionales. Después vine a Estudiantes y posteriormente tres meses en Ramón Santamarina de Tandil con un equipo que fue reforzado por jugadores de San Lorenzo, y salimos campeones. A Olavarría vine a estudiar el profesorado de educación física y no quería jugar, en realidad, por temor a alguna lesión” siguió contando durante su breve visita, el miércoles 24, a la Villa Alfredo Fortabat, donde se encontró con Ramón “Cacho” Campagnale y también con Eduardo “Topo” Draghi.

¿Y cómo llegaste a Estudiantes?

César Arbío me llevó engañado al club Estudiantes a jugar. Un día entrenamos y después vinieron los dirigentes Carlos V. Portarrieu -una gran persona- y Carlos Mac Donald, el “Conde” Danelli y Tony Pelliccioni, con quien después nos hicimos muy amigos. Hicimos un acuerdo para incorporarme, aunque primero fue complicado porque las ligas de Olavarría y Mar del Plata habían tenido un grave problema, en 1970, cuando por el Campeonato Argentino acá les quemaron el colectivo de los jugadores. Pero gracias a la conversación que tuve con San Lorenzo, porque yo no podía volver más a Mar del Plata ya que tenía que estar tres años estudiando en Olavarría, entonces me dieron el pase. En el Instituto tenía que estar seis días por semana. Y me vine. Y ahora estoy en contacto con Cacho Campagnale, Daddy Pires, César Arbío, Daniel Torrisi. Un recuerdo grande. Todo es parte de la vida y el deporte tiene esto, que origina grandes amistades con compañeros y también con los que en algún momento fueron adversarios.

¿Después de Estudiantes volviste a Ayacucho?

Sí, a vivir de mi profesión. Tuve un accidente en el año ´86 que no me dejó continuar dando clases de educación física, así que entré en la parte política y fue presidente del Concejo Deliberante de Ayacucho durante seis años. Siempre peronista. Y después fui director provincial en el área de discapacidad. Cuando me tocó venir a Olavarría recuerdo que el intendente era (Helios) Eseverri y me recibieron excelente, porque cuando estaba en esa función política entré a la Municipalidad y me encontré primero con un gran amigo y compañero de equipo, Cuico Sandoval, lo que fue una emoción tremenda. Y cuando entré al despacho de Eseverri me dijo que ya me conocía por mi paso como futbolista en Estudiantes.

¿Hoy, además de estar jubilado, qué hacés?

Sí, me jubilé y me retiré de todo. Pero vine con este tema de traer a dos pibes que juegan al fútbol en Ayacucho para probarlos en Loma Negra. Después veremos qué pasa. Ahora estoy afuera de todo.

¿Es especial esta visita a Loma Negra?

Por supuesto. Estar en Loma Negra es muy especial para mí. Porque “acá arriba”, en el cerro, estaba el Instituto de Educación Física donde estudié. Además, el trato y consideración que hubo de parte de Loma Negra para conmigo, ya que convivimos tres años pero nunca jugué para el club sino que lo hice para Estudiantes. Pero a excepción de algún partido que me dijo algo desde afuera, nunca nadie me dijo nada fuera de lugar. Conocí a los chicos Alves (Abel y Hugo) que estaban acá con Raúl Moriones como técnico, un hombre muy trabajador del fútbol. También lo veía a Mario Paternó. Y de los recuerdos también me viene a la mente Bocha Porté, un fenómeno de jugador. Y el Flaco (Dardo) Maittini, el técnico, que era algo extraordinario: nunca le escuché una charla técnica, sino que leía el Patoruzito y había cumbia en el vestuario; salíamos todos contentos a la cancha, y ganábamos. Eso significa que el sentido psicológico del jugador a veces es más importante que la práctica.

¿Tenés anécdotas de cuando jugaste en Estudiantes?

Hay varias, por supuesto. Pero hubo mucho respeto, fundamentalmente. En algún partido recuerdo a un wing que era sensacional, Juan Alvarez, y era difícil de marcar. Pero yo era fuerte también. La única vez que me lesioné fue cuando salté a cabecear con él; yo le gano y él me tocó en el aire, caí mal y me hice un esguince de tobillo. Fue en la cancha de Estudiantes, en un clásico con Racing, que terminamos 1 a 1. Y en el Instituto esa lesión era compleja para mí, porque estaba estudiando. Con Racing tengo otra: yo sabía que había una gran rivalidad y fue evidente, estaban las tribunas llenas en nuestra cancha; vino un centro, yo entré por atrás e hice el gol de cabeza, pero en vez de salir corriendo para el lado de la tribuna de Estudiantes salí para el lado de la hinchada de Racing, así que me insultaron de arriba a abajo. El Tony me gritó y me dijo vení para acá!!. Yo ni cuenta me di. Había grandes jugadores en aquella época, como Juan Alvarez, “Piraña” Meira en San Martín, el “Portugués” Dos Santos en Ferro, y Loma Negra tenía un gran equipo también.

¿Es cierto que estuviste cerca de venir a trabajar en la época dorada de Loma Negra?

Sí, así es. Un día me llamó Horacio Mac Williams, que tenía el buffet del club, porque Valentín Suárez quería hablar conmigo. Vine a hablar. Me ofreció trabajar con Jorge Habbegger, que si bien traía a otro profesor, yo iba a ser el profe que ponía Loma Negra. “Me hablaron muy bien de usted” me dijo Suárez. Es que yo siempre fui muy amigo de Luis María Bonini, que era un excelente preparador físico. Lo que son las cosas: Luis estaba dedicado al básquetbol y (Carlos) Griguol iba a ver los partidos de básquet de Ferro Carril Oeste para diseñar cortinas para que cabecearan los delanteros en el arco rival, y al final lo incorporó a su cuerpo técnico. Y Marcelo Bielsa se lo llevó para trabajar con él. Una vez yo estaba en Marsella con mi mujer y apareció en el hotel Bonini a saludarme. Había una gran amistad. Volviendo al tema Loma Negra, le dije que no a Valentín Suárez, porque en ese momento preferí volverme a Ayacucho y seguir trabajando en las escuelas, donde era docente titular, y lo del fútbol no sabía por cuánto tiempo iba a seguir. No sé si hice bien o mal. Quizá me equivoqué. Pero en ese momento elegí quedarme en Ayacucho. Cosas de la vida.