El misterioso comerciante que quiere ser el próximo intendente de la ciudad

Un día cualquiera de la semana. Un café compartido con un par de amigos en el local ubicado sobre la calle Dorrego y una pregunta que ya la veía venir. “Che Roberto, ¿quién es ese comerciante que quiere meterse en política y ser el próximo intendente?”.

“Lo que no dije públicamente no te lo puedo decir a vos en privado, porque sería una traición para quienes leen mi columna en Primera Info”, les respondí como si estuviera recitando el sermón de la montaña.

“Andaaaa!!”, exclamaron al unísono mis amigos con la frustración manifiesta de quien cree que va a obtener algo y que de pronto se encuentra con un obstáculo insalvable, llámense principios profesionales o lo que les parezca, pero me miraron como si no me conocieran o suponían que yo iría a transar con sus curiosidades.

Sólo les dije: ese “comerciante”, como lo denominé, es un muchacho que las tiene todas a favor. Es carismático; buena, muy buena persona, laburador, ya tiene amasada una buena cantidad de recursos como para llevar a cabo una buena campaña, y me dice que si bien hoy no tiene muchos votos ya cuenta con gente dispuesta a colaborar con él. Y que le van a poner un poco de levadura a ese apoyo que hoy le brindan. “Tenemos tiempo y de a poco vamos a ir facturando votos”, dice metafóricamente.

Mis amigos no se resignaron y pidieron otro café suponiendo que me iban a ganar por cansancio. Es un comerciante con plata (se los pinto de esa manera) y todos saben el conocimiento y la llegada que tiene hoy en Olavarría un tipo que tenga un comercio importante.

“Además -los interpelo- ¿querían alguien con perfil olavarriense?. Bueno, ahí lo tienen”, y les seguí manteniendo el suspenso. Y realmente no hay nadie más olavarriense que un comerciante, que son los que supieron crecer y mantenerse con las quincenas que bajaban de las sierras en los tiempos de esplendor minero y aún hoy, con peste y todo, saben cómo no hundirse.

Olavarría hoy presenta un escenario político muy polarizado con un votante muy enemigo de los fundamentalismos. El campo y las industrias han dejado una idiosincrasia propia de las ciudades del interior, en donde se fue anclando una fuerte ideología del ascenso social.

Entonces, todos esos discursos de igualdad rastrera y forzada no funcionan. Al olavarriense hay que venderle un producto diferente al de la guillotina horizontal que sólo deja masas de pobres y marginales. El vecino local quiere su autito recién lavado con el que sale a dar la “vuelta al perro”, clubes accesibles en dónde practicar su deporte preferido y cafés y restoranes en donde se junten ricos con mediopelos. Y allí apuntaría este candidato comerciante.

Vacunas digitales

Las redes presentan hoy una cierta cantidad de militantes y dirigentes políticos que agradecen melifluamente al Presidente y a ¡Putin!! el hecho de haber logrado un turno para vacunarse. Muestran una carita feliz como si Alberto Fernández y La Cámpora les hubiesen alcanzado la llave de la felicidad o de la salvación. Se muestran más contentos que Armani con el resultado negativo del Covid.

Eso es lo que tienen las adversidades como una peste, que la gente se termina conformando con poco, aunque sea una vacuna que se hizo esperar nueve meses como un hijo que hoy es de nadie o de un pueblo y los medios que forzaron al gobierno a conseguirla de cualquier manera.

De no haber sido por la presión popular y mediática, hoy estaríamos aún con Alberto anunciando una nueva postergación del confinamiento mientras todo el mundo se vacunaba sin ningún problema. Pero Cafiero se ufana de haber ahorrado dólares al no comprarla, mientras los muertos crecen de a puñados…