Mis amigos españoles me dicen que cuando leen la manera de hablar de Cristina y de Kicillof les hace acordar cuando leían al Quijote, por su lenguaje tan particular y arbitrario.

Además se asombran de lo distante que es el pensamiento de la izquierda española con el peronismo que algunos militantes resaltan, porque a Perón y a Eva los ven como personas muy cercanas al dictador Francisco Franco y al nazismo.

Cuando debí emigrar a España, en febrero de 2002, momento en el que debí hacerle dedo a un barco para llegar al Viejo Mundo porque los bancos me habían quitado casi todos mis ahorros, me involucré con un grupo de militantes del PSOE y ellos no comprendían mi disloque entre mis ideas y las del peronismo que ellos mantenían en su imaginario político. Y me mandaban al psiquiatra a resolver mi supuesta esquizofrenia; al menos la que ellos veían.

Yo le quería atribuir al peronismo ese costado social y reformista y ellos no podían despegar al viejo líder de las figuras de Franco, de Mussolini y de Stroesner. Por entonces, me callaba pero con una nebulosa en mi cabeza porque lograban dejarme así, pero prefería mantener la amistad y pasarla lo más tranquilo posible.

Como en la grieta actual, optaba por preservar los afectos a ponerme a discutir de política. Pero la experiencia fue positiva porque esos cruces me enseñaron a ironizar sobre lo evidente pero molesto a la vez, y a tomar la política con mayor relativismo que el que cargaba desde la Argentina.

Hoy retomo aquellas anécdotas y pienso que algo de razón tenían.

El peronismo prefiere la caridad del poder, como en las monarquías, a la justicia social, mientras que la dirigencia vive como monarcas. “Si hasta vuestra vicepresidenta cobra tres sueldos y no paga el impuesto a las Ganancias”, me destacan mis amigos tan queridos que me ayudaron a soportar ese exilio económico al que me empujó la incapacidad de la Alianza y el golpismo del peronismo del Conurbano en 2001.

“Perdóname -me dicen y me decían- pero vosotros son patéticos: se creen revolucionarios por ser peronistas y se jactan de ser súbditos y no ciudadanos, y prefieren la caridad a la justicia social. Ahora tienen a ese Gobernador que quiere ayudar a crear un lenguaje inentendible. Explíquenle hombre!, a él y a Cristina, que las palabras terminadas en “e” el género lo llevan en el artículo. Vosotros sois muy ridículos!”, me atacan, pero con un respeto formal porque cuando llegan al contenido sienten ganas de matarme.

“Eligen a una persona que sóo ha acumulado dinero y carteras caras en su vida”, remarcan.

Y prefieren pararla ahí para no centralizar en la vicepresidenta su asombro por un país que no logró todavía hacer el parricidio político con Perón.

Vacunas partidarias

En Olavarría, el Covid es menos problemático que la vacunación. Se volvió a politizar el tema con el agravante de que convocan a la gente a registrarse en algunos sitios partidarios con el riesgo del contagio por contacto. Y después pretenden compensar este despropósito con alguna publicidad oficial exhortando a cuidarse mientras que sus propios militantes hacen lo contrario.

El delirio y las contradicciones son inconmensurables. Con esta política camporista tendremos pandemia hasta el otro siglo.

Oncología ya es pasado, que fue lo que buscaron el diputado Valicenti y el jefe de la Región Sanitaria IX, Ramiro Borzi, que de salud y de política sólo parece conocer de obediencia irrestricta.

La diputada Liliana Schwindt se apresta a desembarcar con La Corriente y sólo le falta probar con Javier Milei para recorrer todo el espinel político nacional. Y en eso compiten con José Eseverri, quien se ha puesto tantas camisetas como las que se puso Zlatan Ibrahimovic.