El 24 de julio de 1847 llegó al valle del Gran Lago Salado, Utah, (hoy Estados Unidos), el primer grupo de pioneros. Estas personas formaban parte de una comunidad religiosa conocida como la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuya máxima autoridad -el profeta José Smith-, había sido encarcelado injustamente y asesinado junto a su hermano Hyrum en 1844.

Los “Mormones”, como se los apodaba debido a su libro sagrado de escrituras “El Libro de Mormón”, fueron desplazados al estado de Illinois como resultado de una orden ejecutiva de exterminio o expulsión firmada por el gobernador del Estado de Missouri en 1838. Esta orden recién fue derogada ciento treinta ocho años más tarde, en 1976.

La persecución feroz los llevó a trasladarse por varias lugares fundando ciudades y pueblos, hasta que en 1846 comenzó el gran éxodo hacia el oeste de la frontera de los Estados Unidos, hacia una zona inhóspita y poco favorable.

Al inicio lo hicieron con carros tirados por bueyes y caballos y luego, sin otra posibilidad, las familias se agruparon y tomando carros de mano iniciaron una larga caminata de dos mil kilómetros, durante la cual sufrieron hambre, frío, enfermedades y muerte.

El legado de estos pioneros consiste en el propósito declarado de establecer una sociedad libre para adorar a Dios según los dictados de su propia conciencia. De esta manera podrían brindar a la civilización de la que habían huido, inclusive a sus perseguidores, los principios de vida y conducta que eran la fuente de su propia inspiración, cohesión, éxito y felicidad.

Cada 24 de julio se rinde homenaje a todas las personas que contribuyeron a edificar el estado de Utah, independientemente de su religión u origen. Asimismo, se homenajea a los pioneros de la iglesia en la República Argentina.