El presidente Javier Milei incurre en una fuerte contradicción en su búsqueda del déficit fiscal cero. Efectivamente, lleva a la economía a su máxima recesión. Es decir, entre el Estado y el mercado opta por el primero, algo inaceptable para un liberal ortodoxo como Milei.

Constantemente intenta convencer a la sociedad de que se deben hacer esfuerzos para tener cuentas que cierren o balances prolijos, y relega a un segundo o tercer lugar a los sujetos, fundamentalmente a los trabajadores y jubilados.

Esto es una contradicción o una disonancia cognitiva para un Presidente que no se ha cansado de defender la supremacía del individuo por sobre el Estado. Es decir, y utilizando su slogan, no alcanza a ver que en la política la relevancia la tiene la búsqueda del “bien común” y el bienestar de la población, fundamentalmente de quienes menos tienen.

A Milei parece importarle mucho más la prolijidad de las cuentas del Estado que la vida de los argentinos. En fin, una contradicción absoluta para un liberal quien por ideología debiera priorizar el bienestar de los individuos.

Su dogmatismo contable lo conduce paradójicamente a sacrificar a la gente por el orden de las cuentas fiscales. Últimamente viene incurriendo constantemente en esa contradicción ideológica o de concepto, y actúa como un furibundo absolutista de Estado.

El FMI se asusta con el ajuste

La otra contradicción es la que le plantea el FMI, y esto es que si continúa generando recesión acabará atentando contra la dinámica económica que le permitiría recaudar los ingresos necesarios (IVA, impuestos varios producto del consumo que se derrumba estrepitosamente), para lograr y preservar ese “déficit cero” que tanto pregona.

Esta es la otra disonancia cognitiva del Presidente (tener creencias encontradictorias) que le impide “ver” la aporía (contradicción), -dirían los griegos-, que él mismo se va construyendo por el exceso de ajuste que lleva a cabo. Ya se lo advirtió el FMI (que no es Cáritas), pero su obsesión enfermiza le impide “ver”, (como le gusta decir al mismo Milei), las consecuencias de sus actos o políticas extremas.

Dice la teología y la historia que esto mismo le ocurrió al faraón Ramsés ante las plagas que, según el relato bíblico, les enviaba el dios de Moisés por no querer liberar al pueblo israelí de la esclavitud, o a cualquiera que sostiene dos creencias en colisión o prefiere no atender las evidencias.

Dicen que el mismo faraón aceptaba el pedido de su hermano de crianza porque pretendía estar en paz con él, pero al mismo tiempo continuaba con su negativa. Parece un mito religioso, pero es política.

Javier Milei y sus creencias en colisión.

Esta misma disonancia cognitiva lo llevó a persistir en sus actos y lo condujeron a su propio derrumbe. No “la quería ver”, diría Milei, quien incurre en obsesiones parecidas.

El problema no son los subsidios

Por otro lado, Milei pregonó en la campaña que el ajuste lo pagaría la casta, pero lo terminaron pagando los sectores más vulnerables de la sociedad. Los jubilados cargan hoy en sus espaldas las inflaciones del gobierno anterior y también la de éste, que produjo un shock inflacionario para luego intentar bajarlo gradualmente.

Sin embargo, los sueldos y los haberes jubilatorios perdieron más o menos un 30 por ciento de su poder adquisitivo en los últimos meses. Y eso que todavía faltan los tarifazos. Al respecto, el Presidente erra su diagnóstico porque el problema no son los subsidios en las tarifas y en el transporte (casi todos los países del mundo los tienen), el problema en este país fue el uso abusivo de la herramienta y la corrupción que vino atada a ellos. El tema, entonces, no es quitar los subsidios sino controlar mejor y castigar la venalidad que hubo y que no se castigó lo suficiente.

El Gobierno se empeña, como un adolescente, en librar una batalla cultural con todos los temas. Y ahora ha encontrado un nuevo escenario bélico atacando duramente a presidentes latinoamericanos con un estilo propio de Donald Trump, Nicolás Maduro o Jair Bolsonaro, poniendo en riesgo la unidad latinoamericana.

El Presidente parece desconocer el lenguaje diplomático instaurado en la política internacional a partir del siglo XVll, cuando las monarquías absolutas agotaban sus propios recursos por las guerras con los reinos vecinos.

La anti-diplomacia del Presi

Digamos que por aquellos tiempos las monarquías debieron crear una forma de relación que evitara las guerras muy frecuentes en aquella época, en la que las monarquías gastaban presupuestos enteros por las guerras frecuentes con reinos vecinos. Una consecuencia de ello y del ajuste que sufrían los pueblos por monarquías demenciales fue la denominada Revolución Francesa.

Pero, el Presidente argentino parece desconocer los porqués de la búsqueda de un lenguaje diplomático con ciertos estilos y códigos que evitasen los conflictos en los que puede meter ahora al país en el contexto latinoamericano.

Es tanta su obsesión por diferenciarse de algunos mandatarios que al final se termina analogando a esos seres que tanto desprecia. Es que -y esto pasa frecuentemente- cuando el combate es muy obsesivo contra alguien se termina en la paradoja de acabar pareciéndose a ese enemigo tan odiado.

El odio obsesivo suele conducir a una disonancia cognitiva entre lo que se busca y la misma realidad y los actores quedan entrampados en esa urdimbre patológica que crea generalmente el odio. Así, víctimas y verdugos quedan confundidos en esa relación enfermiza. Y la historia universal está llena de estas aparentes rarezas.

Una pelea de barrio

Los dogmas y dogmáticos se confunden en obsesiones parecidas y el mismo hecho de priorizar el déficit fiscal por encima de los padecimientos de los jubilados y trabajadores son ejemplos de estas cosas, y tanto es así que el Gobierno ha decidido a desdoblar el pago de haberse previsionales de apenas 200 mil pesos mensuales o cifras parecidas. El liberal acaba siendo un absolutista de los intereses del Estado, lo mismo que quienes son fanáticos estatistas como lo fue el gobierno antecesor.

El Presidente nació de una mesa de TV como un furibundo opositor al sistema y no puede apartarse de ese rol. Cada uno tiene su génesis y su propia trayectoria, y es ella la que le da la impronta a su personalidad. En Olavarría, el oficialismo todavía no pudo convencerse de que ya no es más oposición y que debe gestionar y establecer políticas destinadas al bien común del pueblo olavarriense.

Maxi Wesner optó por darle un cierre transitorio a la paritaria. Stuppia, firme.

Por falta de diálogo, de apertura o de lo que fuere, en Olavarría, gremio y gobierno no pudieron o no supieron cerrar normalmente la paritaria y el intendente Maximiliano Wesner decidió los aumentos por decreto.

Aplicó el 25% de aumento sobre los valores de febrero y hará lo mismo con el 10% a los sueldos de abril y mayo, pero sobre lo pagado también en febrero. Ahora quedaron en el tintero los montos fijos sobre los cuales se avecina una discusión eterna como la de la soberanía sobre las islas Malvinas.

Es que ya no son montos los que están en juego sino otras cosas como las vinculadas a la soberbia, el orgullo vano y el del supuesto triunfo político sobre la otra parte para exhibir el resultado ante afiliados y los vecinos. En síntesis, son factores mucho más ligados a la soberbia que a los sueldos o a los recursos.

Por ahora, el conflicto tuvo un cierre frágil y transitorio, pero el desencuentro entre la gestión y el sindicato continúa como la guerra en Medio Oriente y tan eterna como ella. Repito, los ejes centrales no son los haberes ni los recursos, sino que ambas partes quieren demostrarse quién es más poderoso. (En el barrio decíamos otra cosa más ligada a la longitud de una parte del organismo sexual masculino).

Liliana Schwindt no vuelve.

Al mismo tiempo, Liliana Schwindt -ya fuera de la banca en el Senado que le había dado “Bali” Bucca-, se obstina en no volver a Olavarría para ocupar su lugar en el Concejo Deliberante. Dicen que Cristina Alvarez Rodríguez le tiene reservado un cargo de subsecretaría en la Provincia.

En tanto, el Gobierno Nacional continúa (dicen) despidiendo empleados menores pero deja en pie otros empleos políticos de mayor dimensión remunerativa.

Implosiones por todos lados

Fuera de ello, los espacios políticos –todos- han implosionado y están ocupados en dos cosas: primero, ver cómo se puede seguir cobrando los jugosos salarios de la política y, segundo, intentando armar sus propios rompecabezas a los que les faltan piezas que hoy están mezcladas con otros de otros espacios. Todo es un caos y el orden político y el sentido están todavía muy lejos.

Lo mismo les está pasando a los gobiernos que ya no saben cómo meter algún gol y sólo están buscando producir algún efecto que impacte emocionalmente en las redes manejadas por la ignorancia, la necedad y muchas veces por la perversidad de los/as ignorantes. La verdad vaga errante por esa confusión sin hallar un lugar dónde hospedarse.

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Por Cacho Fernández (cfernandez2@gmail.com).

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