Rápidamente, luego de la cadena nacional de Milei, salió Cristina y dijo lo suyo. Su objetivo fue el de instalarse como líder de la oposición corriendo el riesgo de seguir alimentando al Presidente por oposición.

Milei crece cuando se lo enfrenta con las conductas de la casta (por ejemplo, el dietazo de los senadores cuando la gente hace magia para poder comer) y con los dirigentes de la CGT nacional, quienes no gozan de buena imagen en la gente y en los trabajadores, lo que es una enorme paradoja porque –teóricamente, si es que se piensa que el principal actor revolucionario es el proletariado- debería ser lo contrario.

Pero “los gordos” se han dedicado a transar y a hacer sus propios negocios, abandonando por completo a sus afiliados. Y también la imagen del Presidente crece cuando reaparecen los culpables del desastre que dejaron, y de alguna manera responsables que hoy esté gobernando un emblema del ajuste y de la insensibilidad social.

Como las sucesiones del Génesis bíblico podríamos decir que Cristina/Boudou engendró a Mauricio Macri, éste a Alberto y Cristina y estos últimos parieron a este presidente que las va de liberal y mercadista pero se parece demasiado a un populista y dirigista con ideología conservadora.

De lo pasado, Cristina ya está pagando sus culpas y algunos números de los sondeos conocidos indican que Milei estaría al borde del rechazo.

Efectivamente, según el último estudio de Giacobbe, Cristina Kirchner conserva un 67,5% de rechazo social y Axel Kicillof, por ejemplo, un 66% por ciento; en tanto que el 68,6 por ciento jamás los volvería a votar.

El dato llamativo es que el gobernador bonaerense goza de una intención de voto mayor a la de Cristina y la supera en diez puntos (20 contra el 10 de la ex Vice). Es decir, la creación supera a su creadora.

Las contradicciones de Milei

Sigamos con el estudio de Giacobbe. ¿Por qué decimos más arriba que “Milei estaría al borde del rechazo”?, simplemente porque según el sondeo, cuando se le pide a la gente que califique “el esfuerzo económico” vigente, responde que “es insoportable” un 33,7%, “muy pesado” un 24,3, y un 28% sostiene que le resulta “algo pesado”. Aunque el 50% de los encuestados opina que el esfuerzo “tiene sentido”.

Recordemos que Cristina le cuestionó al Gobierno estar “sometiendo al pueblo un sacrificio inútil” con el ajuste. En cambio Giacobbe refleja que la mitad de la población, más allá de que el 84 por ciento, lo considera “insoportable” y “pesado”.

Encuesta: ¿el presidente Javier Milei estaría al borde del rechazo?.

¿Quién tiene razón: el estudio y sus números o la percepción de Cristina?. De todos modos, y a pesar de estas opiniones sobre su ajuste, Milei sigue preservando un 52% de imagen positiva. ¿Por qué?, es difícil saberlo.

Tal vez ese dato tenga que ver con que una parte de la población o de los encuestados no quiere volver atrás y realmente pretende un cambio que no se sabe si es uno vinculado a la motosierra o a la licuadora del Presidente o es otra cosa. Y están esperando los goles que imaginaron y les prometieron pero que aún no se están convirtiendo. Hoy no hay consumo ni tampoco inversión.

Gran parte de la población creería que la gravitación de los números es fundamental, aunque otros (hay filósofos que lo sostuvieron) se afirmarían en que la percepción es mayor garantía de verdad que los datos probabilísticos.

Guillermo Francos, el milagroso.

Platón, Galileo y Descartes nos condenarían por semejante conclusión, ya que ellos aseguraban que la verdad es siempre inteligible (sólo captada por la razón o la inteligencia) y que la percepción como las apariencias son engañosas y conducen a resultados confusos. ¿Es también así en las ciencias sociales, o en éstas vale más la percepción que cualquier otra cosa?.

Percepciones y encuestas

Aparte, los resultados de Giacobbe sobre el ajuste y su sentido son contradictorios. Mientras dice que algo más que el 80 por ciento lo considera desde “insoportable” a “muy y algo pesado”, encuentra luego que el 50% le confiere un sentido y tal vez una ilusión o esperanza.

En tanto Cristina -quien no hizo ninguna autocrítica sobre su gestión junto a Alberto Fernández y tenía elementos para hacerla- se para firmemente en su percepción de que, como lo expresó en Quilmes tal vez con bastante acierto, “el pueblo está sufriendo por un sacrificio inútil”. Esto es, sin esperanzas ni futuro.

Y que el Presidente “sólo tiene un plan, el ajuste”, también dijo allí. Sin embargo, el propio Giacobbe subrayó que “Milei está parado ante la nada”, desestimando a toda la oposición e incluyó no sólo al kirchnerismo sino también al gremialismo.

A Cristina le salió un nuevo oponente: su hijo político Axel.

Una encuesta genera datos probabilísticos sin certeza alguna. Y ya que estamos en el tema, diremos que el filósofo de la ciencia Karl Popper sostenía que un dato “probable” no es ni verdadero ni falso. La probabilidad no da ninguna certeza. En fin, habrá que esperar para ver quién tiene razón: si los números o la percepción. En ambos casos serán los resultados los que definan.

En tanto, el Gobierno va aprendiendo a hacer política sobre la marcha. Pronosticaron los aumentos de tarifas para no irritar. Su negociador, Guillermo Francos, hizo milagros en Diputados convenciendo a algunos gobernadores y continuará con el mismo plan en el Senado, así el Presidente puede pelear tranquilo y descargar sus arrebatos y su injuria juvenil con opositores, gremialistas y periodistas. Sabe que frente a él no tiene ningún liderazgo que se le oponga, sólo la realidad.

Nunca un Lula,,,

Al final, después de tanto remarla, dirigentes gremiales lograron rearmar la delegación regional de la CGT. Casi una utopía. El organismo pasó por todos los conflictos y grietas hasta que en un momento hubo una delegación minoritaria y una paralela que se denominó, si mal no recuerdo, “gremios adheridos”. Pero ambas estructuras ni se saludaban.

¿Pero por qué esa tendencia a la división tan vigente a nivel nacional y también local o regional?. Es posible que las causas de esta tendencia se sustenten en que nunca hubo en la Nación un proyecto político nacional en la corporación cegetista. Se dividían en virtud de alineamientos hacia tal o cual caudillo y la disputa se reducía sólo a ello y alguna ventaja económica para tal o cual gremio, pero nunca para un proyecto que englobara a todo el sector en un contexto general.

Lo mismo ocurrió en Olavarría, porque no es casual que no haya surgido en la ciudad un candidato competitivo para gobernar la ciudad. No existe una genuina vocación política que los impulse a sumarse a la lucha política con ese fin y no con otro. Tanto en lo nacional como en lo local los empuja un móvil declamatoriamente clasista pero no general. Y ese clasismo no deja de ser una disputa por ocupar determinados lugares político-institucionales secundarios que se mueren ahí nomás.

Esto ya viene ocurriendo desde hace mucho tiempo. En la Nación, y a causa de esta mentalidad tan corporativa y tan poco nacional, el movimiento obrero no logró jamás engendrar un Lula.

Alguna vez se intentó procrear a Hugo Moyano, allá por 2010 más o menos, pero el líder camionero no pudo sumar más de uno o dos puntos de aceptación. Un fracaso absoluto. Es que la gente percibe quién es y cuál es su rol y sus motivaciones.

El movimiento obrero no logró jamás engendrar un Lula.

Moyano, como puede ser otro, exagera en su estimación del valor del dinero para poder incidir y permanecer en la política. El mecanismo acaba en una paradoja, puesto que esa obsesión por hacer caja los termina finalmente expulsando de lo que buscaban con tanto ahínco. Esto es, el poder político. Y los acaba sumando a ese grupo de multimillonarios dirigentes con afiliados pobres que cuidan celosamente y paranoicamente sus cajas corporativas y nada más que eso.

Algo similar ocurrió con fuertes dirigentes políticos que sobreestimaron la importancia del dinero en la construcción del poder político. Por suerte, la gente sigue atendiendo otras cosas mucho más simbólicas y éticas. Los otros, los combatientes de las cajas corporativas, se van extinguiendo porque el pueblo ya les tiene picado el boleto, como decía Maradona.

Normalización, estrategias y objetivos

De esta manera, es decir, subordinando la política al poder del dinero, no hay futuro posible. Filósofos y políticos han tratado de hallar en la historia a los ejes protagónicos de un cambio, tanto económico como político e ideológico que dejara a los pueblos más cerca del bien común y el bienestar general.

Marx y tal vez Perón pensaron que ese actor central del cambio revolucionario sería el proletariado o la clase trabajadora, diría el líder nacional que al final los relegó a una función de fuerza de choque y algunos cargos legislativos. Pero nada más. Perón no los encontraba todavía preparados o los concebía como un sector muy sectario, recluido en sus propios gremios. Pero él los seguía liderando y con eso le bastaba.

La política ahora, en esta normalización reciente, se metió (de la mano del delegado Otero) para encontrar puntos de encuentro entre ese pan-camporismo que representa Guillermo Santellán con José Stuppia, el dirigente que viene teniendo mayor vocación política. Ante la tensión entre el mercantil y el municipal, se habría barajado junto con el delegado normalizador Otero la idea (la que al final se impuso) de correr a Stuppia al segundo lugar y colocar en la conducción a uno cercano al municipal.

Stuppia, la nueva CGT y el desafío de un proyecto de ciudad.

Y así fue como el filo-eseverrista Carlos Manzur se encontró de pronto con la conducción cegetista. Pero posiblemente ninguno tiene o se ha preocupado por construir un liderazgo político en la figura de un dirigente gremial con los gremios detrás. Esto es, una especie de Lula olavarriense.

Hasta ahora sólo han podido ser opacos concejales sin ningún poder ni autonomía o llegar a colocar a un secretario de Trabajo. Pero nada más. Elaborar un proyecto político de ciudad es hoy algo muy lejano en la cabeza de un dirigente gremial y mucho más en el perfil cegetista. Sólo lo intentó alguna vez el mercantil Miguel Santellán, pero llegó solamente a elaborar un plan netamente superestructural. Sólo Stuppia militó el aumento del 1% en el denominado impuesto a la piedra.

Y mientras los gremios se pelean por lugares en la superestructura resignando un hipotético rol central en el cambio general, el Presidente piensa -y lo proclama a los cuatro vientos- que los empresarios deben ser los actores centrales de ese cambio. Pero no se refería a las pymes sino a los poderes económicos, verdaderos emblemas de esa poderosa y mezquina burguesía del cuento de Brecht a la que sólo le importaba la variación diaria del precio del hierro que él comercializaba y que le había dado una riqueza incomparable.

¿Ese es el concepto de la política del Presidente?. Un proyecto de nación es otra cosa, y como decía anteriormente, contempla la justicia social, la libertad, el respeto a la ley.... Creer que el cambio se logra con mezquinos que sólo atienden sus propios ombligos es de alguna manera profundizar la brecha económico-social y preservar la impunidad.

Por ello, el primer trabajo de la nueva CGT podría ser la integración con otros sectores para contribuir en un proyecto de ciudad que contemple, primero, una distribución equitativa de la riqueza. Y la tasa minera tiene ese 1% equivalente a unos 3.000 millones de pesos anuales que ayudarían bastante a nuestros convecinos.

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Por Cacho Fernández (cfernandez2@gmail.com).

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