Alrededor de Diego Armando Maradona hay millones de historias. Muchas se contaron y ganaron notoriedad pública, otras están saliendo a la luz a través de sus compañeros de clubes o de la selección.

Pero hay otras, quizá las menos conocidas, que están relacionadas con sus primeros pasos con la pelota. Y hay una de ellas que tiene que ver con alguien que vive en Olavarría, que conoció a Diego –o “Pelusa”- cuando tenía once o doce años, cuando ya comenzó a destacarse liderando aquel recordado equipo de Argentinos Juniors al que llamaban “Los Cebollitas”.

Se sabe que –ya más grande, con 18 años- que compartió equipo con Abelardo Osmar Carabelli (en Argentinos, también en “Los Cebollitas” y en la selección juvenil que fue campeona mundial en Japón 1979), con Hugo César Alves (en aquel juvenil del ´79 y en el Boca Juniors campeón del Metropolitano ´81) y con Mario César Paternó (que arrancó en Boca y luego pasó a préstamo al “Bicho Colorado”, justo cuando estaba haciendo el servicio militar).

Pero hay una historia que merece ser contada. Porque hay alguien que conoció a Diego cuando el mejor de la historia tenía diez u once años, cuando llegó a jugar a Argentinos, y compartieron un par de años en aquellos inolvidables “cebollitas”, inclusive con Abelardo Carabelli.

Se trata de Gustavo Sánchez (nacido en Floresta, Capital Federal, hace 60 años), defensor antes, médico ahora, nacido en Capital Federal (Floresta precisamente) y olavarriense por adopción, quien recuerda aquellos momentos que quedaron guardados muy adentro suyo, que decidió contárselos a Primera Info. Y justamente en estos días en los que todos sentimos que una parte de nosotros se fue con la muerte de Maradona, Gustavo tiene algunas cosas para contar, que afloran cuando el sentimiento y los recuerdos se abrazan en estos momentos de una manera muy especial.

¿Cómo se dio tu llegada a “Los Cebollitas”?

A los 10 años con un compañero de la escuela primaria, Daniel Delgado -que él iba a los entrenamientos en Argentinos- empecé a ir a Argentinos Juniors. Es que mi papá y el papá de Daniel eran amigos, se conocían porque íbamos a la misma escuela y entonces le preguntó si no me dejaba ir a jugar también. Le dijo que sí, obviamente. En aquel tiempo éramos cinco o seis de lo que después fue el gran equipo. Entre 1970 y 1973 se armó Los Cebollitas, ya con 18 o 20 jugadores, todos clase 1960. En ese momento la clase era mandatoria y podías venir de abajo y sumarte, pero no podías jugar con chicos mucho más grandes porque la diferencia física se marca mucho.

¿En qué puesto jugabas?, ¿de defensor recio?

Yo era defensor, sí, pero jugaba de 4, de 3 y de 6. No era recio, nunca me gustó pegar. Y sí me molestaba cuando me pegaban. Siempre jugué de defensor. En la primaria y secundaria después fui mediocampista.

¿Diego ya sobresalía a esa edad, obviamente...?

Por supuesto!. Diego era la clase de jugador que no necesitaba conocer al equipo para demostrar de lo que era capaz. Tengo un recuerdo muy presente: era un sábado lluvioso. Nosotros entrenábamos lunes, miércoles y viernes en las Malvinas, que era la sede deportiva de Argentinos y que estaba en Villa Urquiza. Era un predio que tenía solamente una canchita de tierra de baby fútbol, ya que cuando había que entrenar en cancha grande teníamos que ir Parque Saavedra, sobre la General Paz, frente a Villa Martelli. Y ese sábado llegaron Diego Maradona y Goyo Carrizo –que jugaba de 9-, con sus papás. Eramos todos chicos de once años. Ese sábado fue el primer día de Maradona con el equipo.

Y fue con su amigo Goyo…

Goyo (Carrizo) jugaba de nueve y era goleador. Con Diego formaban una dupla maravillosa, las paredes salían solas entre ellos. Y el entrenador les preguntó cuándo querían ir a participar, y se sumaron. Era un sábado horrible, lluvioso, pero inolvidable. La rompieron los dos, tenían diez u once años, con una enorme capacidad para entenderse, porque venían del mismo barrio y se conocían. Un gusto fue verlos realmente. Yo jugué un par de años más, hasta segundo año de la secundaria, habrán sido tres años más creo los que estuve en Argentinos. Aparte de lo futbolístico, que nadie va a ponerlo en duda y todos lo van a reconocer por lo que fue, Diego fue un grande. Diego siempre fue un grande futbolísticamente.

 Contame alguna historia de Maradona de aquella época…

Cuando Argentinos jugaba de local los chicos de las inferiores eran los alcanzapelotas. Una vez en Vélez Sarsfield -Argentinos tenía la cancha suspendida o estaba en arreglo y tuvo que ser local en el Amalfitani-, jugó contra River. Nosotros estábamos al costado, terminó el primer tiempo y la mayoría se iba con el equipo hasta que empiece el segundo tiempo. Pero Diego agarró la pelota y se puso a hacer jueguitos con esa habilidad maravillosa que tenía. Impresionante. Fue tan famosa esa jugada de hacer jueguitos en el medio de la cancha que después todos esperaban que llegara el entretiempo para verlo hacer jueguitos. Fue algo que me quedó grabado, absolutamente. El lo hizo naturalmente. Y después se fueron organizando juegos y rutinas de exhibición, de cómo manejar la pelota, y todo fue a partir de lo que hizo Diego ese día. Lo aplaudían todos, no sólo los hinchas de Argentinos sino también los de River. Fue tal la aceptación general, no solamente de la hinchada propia, que después fue un clásico porque todos sabían que en el entretiempo venía la exhibición de Diego.

¿Por dónde anduvieron jugando con "Los Cebollitas"?

Con Los Cebollitas compartimos muchos viajes. La provincia de Buenos Aires la recorrimos casi toda; fuimos a Córdoba a los Juegos Evita del ´73; también a Reconquista, en el límite entre Chaco y Santa Fe. A Chile, en la época en la que estaba todavía Salvador Allende. Fuimos a Uruguay, en esos intercambios que se hacían y parabas en la casa de un chico de allá y luego nos devolvían la visita.

Diego ya era famoso a esa edad, y eso que no había televisión ni redes sociales…

Todo el mundo sabía quién era y de lo que era capaz de hacer con una pelota. Y en un ambiente de fútbol totalmente amateur, en el que éramos todos chicos, y ya se destacaba de esa manera, con un equipo que tenía un funcionamiento espectacular, era un relojito, cada uno sabía lo que tenía que hacer adentro de la cancha. El técnico era Francisco Cornejo.

¿Quién más llegó a primera división de esa camada?

Llegaron algunos chicos a primera. Abel Carabelli siguió jugando, llegó a primera y a la selección juvenil; lo conocí cuando teníamos doce años, cuando se sumó al equipo. El era primo de Hugo Pena, que fue un baluarte de Argentinos Juniors, quien era el 6 intocable de la primera. Recuerdo a los hermanos Dalla Buona: Osvaldo era de nuestra edad y Rubén dos años más grande. Luis Chamá, el 5, que también siguió jugando; Daniel Delgado, que era el 11 y capitán, siguió jugando muchos años. Goyo Carrizo continuó, pero la carrera de todos fue terminándose comparada con la de Diego, obviamente, y de Abel también por supuesto, que también fue una figura.

¿Quién te puso Retrato de sobrenombre, Diego?

No, no, no. En ese momento había tres clases: la 60, que era la nuestra, la 58 y la 55, que se llamaba Mordisquito. Muchas veces en los entrenamientos estábamos juntas, obviamente respetando la diferencia física y de no lastimar a nadie, porque había diferencia de hasta cinco años. Así que muchas veces se compartían juegos. Se hacía algo parecido a lo que hoy es fútbol-tenis, y me tocó formar un trío con un compañero de la ´60 y otro de la ´55, que ganamos ese torneíto. Me quedé impactado por haber ganado, totalmente sorprendido, y uno de los chicos me dijo “parecés un retrato”. No recuerdo el nombre de él, hoy debe tener 65 años. Y me quedó ese sobrenombre en el grupo.

¿Cuando Diego debutó en primera con casi 16 años, vos dónde estabas, seguías jugando?

No, ya no estaba. Había dejado de jugar al fútbol en clubes; lo hacía los fines de semana con compañeros de la escuela solamente. Dejé de tener al fútbol como práctica deportiva intensiva, en forma sistemática.

¿Cuándo viniste a Olavarría?

Vine en el ´85. Me recibí de médico en el ´84 en Capital Federal y vine a Olavarría a hacer la residencia, y aquí conocí a Mónica (Ducuing, profesora de educación física) que hoy es mi esposa. Terminé la residencia y nos fuimos a vivir a Neuquén, a trabajar allá en el sistema de salud. Mónica, si existía la posibilidad, también iba a trabajar ya que ella fue al sur como esposa. Justo que nos estábamos por ir, nos enteramos que Rodrigo venía en camino. Era un lugar tranquilo, con pueblos muy pequeños y nos podíamos dedicar a criar los hijos en un ambiente muy lindo. Fue un año y pico allá y nos volvimos. No eran las cosas como uno esperaba o quería y nos quedamos definitivamente en Olavarría, y después nació nuestro segundo hijo (Lautaro). Uno luego se establece, se estabiliza, los hijos comenzaron a crecer y no se puede estar rodando por todas partes. Hoy Rodrigo tiene 32 y Lautaro 30.

¿Seguís trabajando como médico?

No. Me jubilé de la Municipalidad, donde trabajaba en los centros de salud. Terminé mi carrera asistencial en el Servicio Territorial 2, que está en Coronel Suárez y Alberdi. Allí estuve los últimos trece años, y anteriormente 16 años en la sala del barrio Obrero. Después de jubilado continué con la docencia: en la Facultad de Medicina soy docente, y también trabajo como docente en el profesorado de educación física, y tengo un cargo pequeño en la Facultad de Ingeniería, son dos asignaturas relacionadas con lo que es mi profesión, electromedicina y nutrición.

¿Volviste a ver a aquellos chicos de “Los Cebollitas”?

Sí. Estuvimos en Capital Federal en el año 2000, cuando la revista Olé nos convocó a todos los que pudo contactar que integraron “Los Cebollitas”. Fue algo muy afectivo. Es lindo reencontrarse con gente que no veía hacía 26 años, desde los 14 en realidad. Y tengo todos los recortes de ese momento; estaban Goyo Carrizo, Daniel Delgado, Luis Chamá, Francis Cornejo, Osvaldo Dalla Buona, Claudio “Mono” Rodríguez, Lucero, Sanfilippo, Norberto Santagatti. Diego Maradona no pudo estar. Fue un reencuentro muy lindo después de tantos años.

Decime alguna otra cosa de Diego que te haya impactado…

Aparte de la tremenda habilidad para hacer jueguitos con la pelota, tenía una puntería maravillosa. Hay gente que apunta con la mano y tira una piedra para pegarle al blanco, pero este pibe lo hacía con los pies para poner la pelota en el lugar que quería. Tremendo. Y como hace Messi, que parece que está dando vueltas en la cancha y tiene un arranque infernal, Diego hacía lo mismo y en diez metros te dejaba atrás lejos. Todo eso era lo innato que traía desde la cuna. Tengo esos recuerdos de Diego. Imborrables.