Mientras la gran mayoría de los vacunados con una sola dosis, y los muertos por Covid 19 son casi 100.000, el ex ministro de Salud, Ginés González García -el responsable quizás de que los argentinos no tuvieran la Pfizer- se dedica a tomar vino en un bar de Madrid y a engordar sus ambiciones.

“A gatas”, como dicen los españoles, pudo con algunas cosas pero le será difícil hacer que lo que emprendió esa tarde en Madrid pudiese prosperar. A gatas, como dicen en España y arrastrando un poco la “g”, podrá llevar adelante la relación comercial que habría emprendido esa tarde fatídica.

Desde que Ginés llegó a España se lo vio en encuentros extraños, sea con el dueño del laboratorio Richmond como con su compañera con quien socializó su copa de vino.

Ginés conoce eso de estar en la gatera para cualquier emprendimiento, el que cuadre, porque el ministro peronista es un todo terreno, un genérico funcionario. Y desde que gateaba en la política el médico ya pensaba en sacar réditos de los espacios o sociedades paralelas.

Su vocación, según recordaban sus amigos, fue el de curar. Siendo chico se habría animado a curarle la patita a un gato y eso fue lo que lo orientó en su profesión, la que hoy está profundizando y la que lo sigue embriagando, tanto como el vino compartido.

El esquema incompleto de la Sputnik V puede actuar como una manera de domesticar al electorado. Los argentinos acabarán siendo rehenes de la segunda dosis, con lo cual el fracaso, a medias o cuasi fracaso de la vacunación cierra su ciclo macabro.

Sólo faltaba el sarcasmo que significó verlo al ex ministro “en patas” discutiendo con el titular de un laboratorio en el aeropuerto de Barajas o bebiendo vino en un bar de Madrid con absoluta desaprensión, canchereando al pueblo argentino con supuestos logros de mujeriego berreta. En fin, una bolsa de gatos.

Seguramente el ex ministro habrá curado a ese gato de su juventud pero terminó condenando a la gente a pasar un año sin vacunas o a inaugurar lo que una nota de El Popular denominó “la vacuna de Ruckauf”, aludiendo a aquella maniobra del gobernador bonaerense que se rajó cuando vino la crisis, como Sobremonte en 1806, de condicionar el voto dando una sola zapatilla para completar el par después de los resultados.

Mientras tanto la Argentina está a punto de completar los 100.000 muertos por el coronavirus y se perfila como uno de los diez países con mayor mortandad. Un récord que se podría sumar al de la inflación y a la corrupción para consumar este perfil lamentable que el país le presenta al mundo.

Cerveza y votos

En la semana, el concejal Germán Aramburu se animó a patear definitivamente el tablero del Frente de Todos acusando a La Cámpora de ningunear definitivamente a quienes no obedecen sus directivas.

“Si no se siguen los pasos de la conducción, no existís” dijo, considerándolos antidemocráticos. Aramburu también había sido víctima de esa omisión de su persona y de su cargo en el mismo Partido Justicialista.

A propósito de ello, mi amigo madrileño ya confirmó la charla de su presentación de su libro-tesis para agosto sobre el peronismo. Y posiblemente consiga organizar una similar en Olavarría. Su hipótesis es tan interesante como controvertida, por el planteo de la vinculación del kirchnerismo con las nuevas autocracias latinomericanas. Veremos cómo se toma esto.

Ayer se lo vio al Intendente hacer campaña en una cervecería de Pueblo Nuevo, cerca, muy cerca de su casa, por si acaso. Me pareció que estaba muy exultante, como si ya palpitara un triunfo en septiembre y noviembre. También vi al comerciante con pretensiones políticas y una multitud, dentro de las dimensiones pandémicas, alrededor de Galli.

No se lo vio a José Eseverri, pero sí se sabe que trabaja a full con la mesa de unidad que conduce su amigo el ministro Gabriel Katopodis. El matrimonio entre el eseverrismo y el FDT ya es un hecho y sólo falta saber si se va a cristalizar en las listas, aunque para el santellanismo sería como incorporar a “un indeseable”, por la historia de desencuentros que arrastran. José les hizo morder varias veces el polvo de la derrota y eso no se perdona así nomás