por Mercedes Fariña / @MerPato

Este jueves fue hallado el cuerpo de Sofía Belén Vicente. Tras 5 días de búsqueda sin dar con su paradero, con distintos testimonios, la encontraron de casualidad, atada de pies, violentada, su ropa quemada, su cuerpo arrojado a un pozo ciego.

Un día después del 8M, cuando su nombre sonó en cada reclamo, su aparición con vida fue la consigna de la jornada. En Olavarría nos estaba faltando una mujer y en la noche del jueves ese horror se hizo efectivo, definitivo. A Sofía la mataron y hubo un femicidio en la ciudad. Otro, de muchos.

Es imposible no movilizarse. Las mujeres periodistas que cubrimos indefectiblemente las marchas y los pedidos de justicia, ya sabemos cómo es. Cuando pasó cierta cantidad de días, cuando la búsqueda no da frutos, tenemos la esperanza de que todo haya sido un malentendido, una falta de comunicación, un imprevisto menor y que ella va a aparecer con vida, va a volver a su casa con su mamá, su hijo, sus amigas. Pero también sentimos en el estómago y la garganta, casi que en los huesos, ese miedo de que el destino sea otro, el más temido, el que nos arrebata una mujer o una disidencia cada 29 horas.

Como mujer y periodista me ha tocado escuchar las peores insensibilidades. Recordemos que este 8M fueron graffiteadas paredes y un patrullero y algunos varones fueron los primeros en pedir más información, en rasgarse las vestiduras por “la desvalorización de los valores”. También hubo indignados por la consigna de la marcha para pedir justicia por Sofía: “agradezcan que sólo pedimos Justicia”. Si, agradezcan que no somos como quienes matan, violan, destrozan una vida, agradezcan que no pedimos venganza, como quienes piden bala para las que empuñan un aerosol.

También, y por lo bajo, se susurran nombres, teorías, se preguntan qué hay detrás, si estamos frente a una red de trata en Olavarría, si hay otros intereses asociados a los femicidios, quién mete la mano y quién la cuchara. Hay una tendencia a complejizar estos casos, a buscar una explicación “excepcional” a que en nuestra ciudad haya ocurrido un hecho tan aberrante que hiela la sangre. Un hecho que ocurre cada 29 horas, casi diariamente y en todos los contextos imaginables.

El foco no está ahí, señores, amigos, colegas. Una red de trata, una sola persona, dos, o tres, es tanto más grande: los culpables son los mismos de siempre. Nos violan, nos matan, porque les hicieron sentir que pueden disponer de nuestras vidas, como quien utiliza y arroja un trozo de papel, porque durante tanto tiempo no hubo consecuencias, porque siempre hay un vacío que beneficia al violento en una Justicia lenta, revictimizadora y patriarcal. Porque a nosotras nos enseñan a cuidarnos de los violentos, pero nadie le enseña al violento que no debe matar.

Hace más de un mes murió María Luján González prendida fuego por su pareja y se investiga como femicidio. Hace un año Juan Horacio Báez nos arrebató a Marcela Gómez y aún sigue acosando a su hermana desde la cárcel. Valentina Gallina y su madre, Valeria Cazola, faltan en Olavarría, asesinadas por quienes habían dicho amarlas. En abril de este año se cumplen 18 años de la desaparición y muerte de Germán Esteban “Mara” Navarro y no hay culpables ni sospechosos. María de los Ángeles Ganim dejó este mundo y hasta el último día pidió justicia por el femicidio de su hija, Luján Riva de Neira. Mairel Mora llegó a Olavarría en 2010 desde República Dominicana, fue trabajadora sexual y 15 días después fue asesinada.

Y no olvidemos a Magalí Giangreco, Jennifer Falcón, Graciela Tirador, Karina Mairiani, Olga Yapour, Dana Pecci, María Aurora Rodríguez, Nelly Luciana Garisoain Videla, Tamara Bravo y todas aquellas que desconocemos, por injusticia, por negligencia, por falta de Memoria.

Ojalá este hecho sirva para destapar horrores que lamentablemente azotan al país y a nuestra ciudad, y que la Justicia haga su trabajo, que la política acompañe, que el Estado y las instituciones estén presentes, que logremos ver más allá de las individualidades. Pero no olvidemos el problema de fondo, que atraviesa a la sociedad toda, esa violencia machista que ya no se puede ocultar y que es necesario erradicar.

Mientras muchos siguen sin inmutarse y debaten la pared pintada, el "pedido de justicia y no de venganza", mientras susurran célebres nombres por lo bajo, las mujeres y las disidencias nos tenemos entre nosotras y compartimos este nudo en la garganta. Porque pasaron otras 29 horas y hoy le tocó a Olavarría, pero mañana le tocará a otra ciudad, a otra familia, a otro hijo, a otra amiga, y a nosotras nos va a doler igual. Y vamos a exigir Justicia cada vez, hasta que dejen de arrebatarnos los derechos y la vida.