Osvaldo Rinaldi: “Esta es una alegría que nos da la vida de poder vivir estos momentos”

En las madrugadas de junio de 1979 los argentinos se despertaban bien temprano para ver el Campeonato Mundial Juvenil de Fútbol que se jugaba en Japón. Estaba un olavarriense en ese equipo que dirigía César Luis Menotti y era Hugo César Alves, el marcador de punta, el “3”, que había surgido en Loma Negra y que luego siguió su camino en Boca Juniors, imitando a su hermano mayor Abel Aníbal.

A los pocos años, tres nomás, Loma Negra jugó el Nacional de la AFA y a las figuras que vinieron inicialmente para jugar el Regional (Luis Barbieri, Carlos María Magistral, Osvaldo Gutiérrez, Carlos Squeo, Carlos Carrió, Ricardo Lazbal y Mario Husillos) luego se sumaron otras más. Así fue que de aquel equipo campeón mundial juvenil (le ganó la final a Rusia 3 a 1, con un gol de penal de Hugo Alves, inclusive, y cuyo capitán era Diego Maradona) vinieron a Olavarría Abelardo Osmar Carabelli (que formó familia aquí y se quedó definitivamente), Rubén José Rossi (el “Pantera” era el 6 del juvenil) y Osvaldo Ricardo Rinaldi (el 5, que era suplente del Gringo Sperandío, pero en Japón le sacó el puesto).

Osvaldo Rinaldi, que primero era tapado por la fama de su hermano Jorge (la “Chancha”), el 9 de San Lorenzo, fue haciendo su carrera. Estaba en San Lorenzo y lo querían Independiente y Boca Juniors, pero se vino a Loma Negra aunque no conocía nada de Olavarría (salvo aquella noche del 79, ya campeón mundial, cuando acompañó a Alves y saludó a la gente desde la Municipalidad). Salvo a su amigo Hugo Alves y a algunos jugadores que ya estaban aquí.

Y aquí tuvo una de las mejores etapas como profesional y en su vida personal. Con la celeste lomanegrense hicieron esa gran campaña en el Nacional y fue campeón argentino de selecciones, con un estilo aguerrido para marcar pero con criterio para manejar la pelota en el mediocampo. Este viernes y sábado volvió a Olavarría, ya con 63 años, para reencontrarse con muchos de aquellos futbolistas que, juntos, marcaron una época. Y esto fue lo que contó:

“Este regreso a Olavarría significa muchísimo. Es una emoción muy grande e inclusive me vine un día antes, porque tengo gente amiga como Abel Carabelli y Huguito Alves así que el viernes estuve almorzando y cenando con ellos y sus familias. Y después reencontrarme con toda la gente de Loma Negra, es parte de nuestra historia, es parte de mi historia. Encima, es gente que quiero porque los olavarrienses siempre me trataron bien, en cualquier circunstancia. Como hablábamos con el Loro Gaitán, esta es una alegría que nos da la vida de poder vivir estos momentos”.

Pensar que no sabías a dónde venías cuando te dijeron Loma Negra…

Sí, es cierto. Yo estaba por ir desde San Lorenzo a Boca o Independiente. También Estudiantes de La Plata, había opciones. Pero ahí fue donde me dijeron de venir a Loma Negra. “Loma qué” pregunté, porque no sabía qué era, a pesar de que ya había jugado un Nacional de AFA. Me pidieron que hablara con los dirigentes, con Valentín Suárez, y le pedí más dinero del que le iba a pedir a Independiente, y me dijeron que sí. Les pedí 10 mil veces más, pero indudablemente en ese momento me querían e hicieron lo imposible para que jugara en Loma Nerra. Recuerdo que llamé a uno de los muchachos que ya estaban acá, al Cabezón Lazbal, a quien le pregunté qué era esto de Loma Negra. Me dijo: “Olvidate, del 1 al 5 cobrás siempre”. En ese momento yo estaba en San Lorenzo con terribles líos económicos, así que vine. Después, todo lo reemplazó el cariño y el amor de la gente, porque tuve la suerte de salir campeón, de ser campeón con la Liga de Olavarría, fuimos campeones de todo, pero el amor de la gente fue increíble. Sobre todo cuando me lesioné, me recuperé y volví a jugar, en la última etapa, que es lo que más recuerdo en cuanto a todo ese cariño.

¿Después cómo siguió tu carrera?

De Loma Negra me fui a Racing. Me lesioné, volví, jugué un Regional con Cayetano Rodríguez y después fui a River donde fui campeón en el ´85 y en el ´86. Estuve un par de años más y en esa época se decía que estaba lesionado y no era real, pero cuando ya tenía que ir a discutir con los clubes decidí dejar y me puse a trabajar con los seguros de vida y estoy dedicado a eso desde hace treinta años. Vivo en Capital Federal, como siempre.

¿Y la familia?

Tengo dos hijos que viven en el exterior. Uno de ellos (Facundo) estudió en una universidad de Estados Unidos porque fue por una beca de soccer y vive ahora en Costa Rico, se casó allá y su esposa y sus dos hijos son ticos, así que tengo dos nietos ticos (Valentino, 7 años, que es mi debilidad, y Olivia es la más chiquita de apenas un año y medio), así que cada tanto voy a visitarlos. Mi otro hijo (Gastón) vive en Bergamo, Italia, porque es muy amigo del Papu Gómez y lo llevó para allá cuando estaba la pandemia. Así que trabaja allá, tiene pasaporte europeo, fui a visitarlo hace poco y anda excelente gracias a Dios. Menos mal que con el celular se pueden hacer videollamadas y hablo, los veo, pero los extraño mucho.

¿Cómo fue el reencuentro con “los chicos” de aquel equipo?

Estamos viejos, jajaja, tanto que nos miramos tres veces a ver quiénes somos cada uno. Nos reímos mucho. Ahora es una cantidad de anécdotas incorporadas que no paro de contar y de escuchar. Fui a tomar algo con amigos y aparecen miles y miles de anécdotas, que me cuentan dónde estaban en aquel momento, estuve hablando con Osito Rodríguez también, y me emociona todo esto porque es un lugar que quiero mucho. Y lo voy a querer toda mi vida.