El juego peligroso del Presidente, las cajas provinciales y la batalla municipal por los salarios

La impresión inmediata del gobierno de Javier Milei es la que el diputado massista Daniel Arroyo simplificó con una frase: “No se puede estar estresando constantemente a la gente con decisiones políticas permanentes e incesantes”, pero también con una actitud bélica continuada como si intentara mucho más la construcción de un enemigo que la concreción de políticas de cambio como él mismo pregona.

El primer mandatario cayó sin querer, o queriendo, no se sabe, en esa manía teorizada por el historiador Ernesto Laclau, pero puesta en práctica mucho antes de definir su posición político-ideológica a través de elegir cuidadosamente al “enemigo”. Es decir, haciendo lo mismo que hizo el kirchnerismo, antes Perón y mucho antes Yrigoyen, pero todos se preocuparon con fruición en definirse a través de sus oponentes.

Daniel Arroyo y las “decisiones políticas permanentes y estresantes” de Milei.

Aunque no se sabe muy bien si todo esto surge de una estrategia racional, como teorizaba aquel pensador griego, Plutarco, tan utilizado por Napoleón y el mismísimo Perón como guía político/bélico de sus acciones. O si el afán de buscar un enemigo parte del fanatismo o de un fundamentalismo que se asume como propietario de la verdad y el bien y arroja al oponente a la vereda del mal y del error.

Es decir: ¿la estrategia es racional o emocional?. Es posible que sea esto último, que le dispara las emociones y luego se transforma en pensamiento con formato racional.

Entonces la lógica política de Milei es la de realizar movimientos constantemente y estresar no sólo a la gente sino también al resto de la política. Es que el Presidente encontró en ello la forma de compensar su carencia de estructura. Como se dice en el fútbol, en vez de construir un gol en base a un juego colectivo los pretende hacer gambeteándose solo a todos los contrarios, a lo Maradona contra los ingleses.

Milei no ha demostrado por ahora mucha vocación de diálogo. Antes bien parece mucho más inclinado a imponer sus convicciones y no intentar concretarlas basándose en un consenso político, que es lo que le viene reclamando Miguel Pichetto desde hace tiempo.

Pero ahora, con tantos enfrentamientos, está entrando en un terreno bélico y riesgoso de la política del que sólo se sale ganando, pero rara vez empatando.

Jubilados al descenso

Tampoco la oposición se muestra muy dialoguista que digamos, sino que parece ser lo contrario. Es que ambas partes contribuyen a esta lógica controversial.

El nuevo milenio sigue mostrando a una Argentina mucho más propensa al odio y al enfrentamiento que al diálogo, la comprensión y a la construcción conjunta. El Presidente califica a la Cámara de Diputados como “un nido de ratas” y así se arriesga a que lo traten de la misma manera. Y así vamos derecho a un nuevo Waterloo.

Los jubilados forman parte del sector más perjudicado del país. Foto Internet

Por lo tanto, entre el síndrome fundacional de nuestra clase política y su tendencia al odio y al enfrentamiento se corre el riesgo de un nuevo naufragio más que se podría llevar puesta a toda la población, principalmente a los más vulnerables.

Pero nadie piensa en ella y cada dirigente vive mirando su ombligo. Como decía la filósofa Hannah Arendt, “se está perdiendo cada vez más la empatía, y cuando esto pasa nos vamos acercando progresiva y aceleradamente a la barbarie”.

El kirchnerismo está dedicado a responsabilizar al nuevo gobierno de la inflación y de todas las catástrofes que dejó sin ninguna autocrítica por sus propios errores, pero también es cierto que el oficialismo ayuda en algo a una continuidad de ese proceso.

Decide un tarifazo brutal en los servicios y aumentos a los jubilados con porcentajes muy por debajo de lo que será la inflación. En efecto, ante una índice que podría sumar en marzo un porcentaje cerca del 60%, el sector pasivo se tendrá que conformar apenas con un 27%. Es decir, 35 puntos por debajo de la inflación.

Dicho de otra manera un ajuste que no paga la casta como lo anunciaron, sino los más pobres. Lo prometido, el de hacérselo pagar a la casta, están siendo sólo gestos simbólicos.

No se termina nunca de caer

La pelea por la distribución del ingreso es una constante en el país y lo es mucho más por la existencia de la inflación. Ésta trae aparejado el temor a perder poder adquisitivo e ir quedándose en el futuro, para los/as trabajadores y sus hijos. El salario es el pago que se le hace al proletario para que éste pueda reconstituir su fuerza de trabajo y la de su familia”. Así lo definía Karl Marx, y la inflación atenta contra el funcionamiento de ese mecanismo.

El gobierno parece regocijarse con la dimensión del ajuste y no se está dando cuenta de que se encamina hacia un contexto social irrespirable. Tanto es así que el mismo FMI “advierte por un descalabro social y no aprueba el plan de dolarización”. Tras ello, el organismo financiero internacional pidió ejecutar partidas que el gobierno no quiere liberar.

Javier Milei se jacta de su ajuste histórico.

Entonces, a la puja distributiva habría que añadirle el crecimiento de la pobreza y de la indigencia. Lo cierto es que al Presidente no parece inquietarlo este aspecto humano sino que la está leyendo como un balance contable. Si bien se habría acercado a una reducción del déficit fiscal, habría que ver que las consecuencias de estos “logros” en la gente es hambre o mala alimentación con sus temibles efectos en el desarrollo evolutivo de los niños y un deterioro acelerado de las condiciones de vida de los más vulnerables.

Pero, insisto, al gobierno parece no importarle y se ufana de haber aplicado el ajuste más grande en la historia y sin perder imagen en la comunidad, como lo expresó el Presidente en su entrevista con Joni Viale.

En medio de esta situación, se está conformando el denominado “club del helicóptero” que parece buscar una ruptura institucional. Un actor argentino ya profetiza “un estallido” social y político y le puso fecha: “el 24 de marzo” anticipó, como si quisiera homenajear esta fecha nefasta con un golpe o algo por el estilo. En fin, una locura.

La pulseada municipal

La guerra distributiva se refleja en el Municipio local. El gobierno le advirtió al gremio (el STMO, que conduce José Stuppia) que dispone de unos 700 millones de pesos para dar aumentos a los trabajadores, pero existen dos posturas inconciliables.

La del DEM que propone un 30 por ciento de aumento y un bono, y la del sindicato que pretende que esa cifra global se distribuya en partes iguales para cada empleado, cobre el sueldo que cobrare.

José Stuppia y una paritaria imposible de cerrar para los trabajadores municipales.

Serían unos 220.000 pesos para cada uno. Los de mayor sueldo lo rechazan porque alguien (un médico, por ejemplo) que gana unos $1.200.000 sumaría esta cifra fija, en tanto que con un 30% de aumento su sueldo ascendería a casi $1.600.000 mensuales. Los números son elocuentes.

En cambio, para quien percibe apenas 130 mil pesos mensuales (dicen que hay empleados en esa situación) pasaría a cobrar 350 mil pesos (el bono va al básico) y los futuros aumentos irían sobre él. Esta postura es la que rechaza el DEM y ahí nace el conflicto. El acuerdo es muy difícil y no existe hoy ningún acercamiento entre ambas partes ni tampoco intención de acortar esa brecha.

El agravante es que se toma como una batalla, que termina obstruyendo toda negociación.

Aparte, el STMO forma parte del embrión de la CGT que está operando y dicen que el camporismo los estaría presionando para que ese embrión cegetista incluya en su integración al sindicato AOMA (mineros) y al CECO (comercio), ambos gremios muy cercanos a esa agrupación K. Caso contrario no aceptarían la normalización de la central regional de los trabajadores.

El camporismo pide que AOMA (Alejandro Santillán - FOTO) y el CECO sean sumados a la CGT.

Esta pulseada también estaría agravando el conflicto con los trabajadores de Soluparking, la empresa que estuvo encargada del estacionamiento medido, ya que la decisión del Ejecutivo de terminar con esa concesión terminó dejando por ahora 21 empleados sin trabajo. Cabe decir que el titular del gremio que los agrupa, Lucas Newbery, también forma parte de la CGT local.

En todo está metida la política y de la manera más extraña y promiscua.

Porque al mismo tiempo que Sergio Massa se enfrenta con el gobernador Axel Kicillof por una disputa de poder provincial, los intendentes de su color se reunirán en Roque Pérez para reclamarle a Kicillof por el IOMA, la educación y la seguridad. Mientras que La Libertad Avanza cuenta con 3 senadores provinciales puestos, dicen, por el mismo líder del Frente Renovador. En fin, está todo medio mezclado y confuso.

Paradojas y enemigos funcionales

Como diría Borges, a Milei lo suelen calumniar sus propios actos. Pero a la vez tiene una suerte especial porque la coyuntura le ha dado enemigos tan funcionales como Juan Grabois, Pablo Moyano, Cristina K., quienes de algún modo ayudan a sostener su ajuste demencial y salir bastante bien parado en las encuestas.

Pero a la vez se ganó -por sus arrebatos pueriles- las enemistades de gobernadores de todos los colores, peronistas, macristas y radicales, lo que lo dejaría solo frente a ese grupo muy inquieto porque ya le están tocando sus cajas políticas.

Juan Grabois y Pablo Moyano, “enemigos funcionales” al Presidente. Foto Internet

Lo cierto es que, como días atrás decía el diputado Daniel Arroyo, Milei “está estresando” a todo el mundo y enrareciendo el escenario político por su obsesión con un ajuste que la gente seguramente todavía no ha dimensionado bien y también con su estilo bélico de la política y el ejercicio del poder.

Sus arrebatos lo conducen muchas veces a varias paradojas. Por ejemplo, sacar el Inadi porque lo considera un organismo que habría servido -según dice- para descalificar y discriminar opositores en nombre de una supuesta batalla cultural. Pero él mismo se jacta de estar librando combates ideológicos y culturales similares a los que le adjudica al organismo eliminado.

La Cámara de Diputados: según el Presidente, es un “nido de ratas”. Foto Internet

Y, como claramente demuestra la historia universal, las batallas culturales o ideológicas han sido el caldo de cultivo de gobiernos despóticos, represores y hasta criminales, y de cualquier color político. Veamos si no lo que devino de los panfletos nazis contra los judíos, o del mismo Stalin, o de Mao y su viuda contra sus opositores, o de la última dictadura contra lo que denominaban subversión.

En una palabra, las batallas culturales suelen transformarse en ideológicas porque son promovidas por fanáticos y sumamente destructivas cuando se hacen desde la superestructura política del Estado, desde donde se disparan todo tipo de descalificaciones y persecuciones que primero demonizan a los supuestos enemigos y luego se los arroja fuera del sistema como si fueran verdaderos “herejes” del credo que se pretende imponer. Es decir, y de alguna manera, un retorno a la Edad Media.

Ignacio Torres, gobernador de Chubut, enfrentado con Milei. (Foto: Página 12)

Antes fue el kirchnerismo el que puso en marcha este mecanismo. Hoy son libertarios argentinos entronizados en el poder quienes suelen incurrir en la paradoja de levantar las libertades políticas y de pensamiento, y a la vez demonizar a quienes no piensan como ellos ni votan por sus proyectos.

Una nueva pero predecible. El gobernador de Chubut (Ignacio Torres) amenazó con cerrar la provisión de petróleo al país en respuesta al no envío de algunos fondos de coparticipación. El gobierno explicó que se trataba del descuento por una deuda de la provincia a la Nación. La sangre está llegando al río y ya es inimaginable el desenlace de toda esta situación.

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Por Cacho Fernández ([email protected]).

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