Un hijo del poder, el celeste no combina con el amarillo y una edición auto referencial

La política -como la vida misma- tiene esos imponderables. En este fin de semana fueron mucho más importantes temas culturales y emocionales que los propios de la gestión.

Por ejemplo, el crimen de Fabián Gutiérrez: el ex secretario de los Kirchner habría sido asesinado por cuestiones de dinero y entre sus posibles asesinos se encontraba su amigo “con derecho a roce”, como él mismo lo declaró ante la Justicia.

Con sus otros amigos barruntaron que Gutiérrez tenía dinero guardado, esa mercancía que ellos jamás podrían conseguir y lo apretaron y posiblemente lo torturaron para que confesara los números de sus cuentas o que les diera la plata que ellos suponían que el ex secretario K tenía en su caja fuerte.

Al final sucedió lo esperado. Drogas mediante, quizá, lo terminaron matando. Fabián Gutiérrez fue una víctima del poder y de la impunidad. Se formó, desde los 15 años, dentro de la violencia de trato de sus patrones, según él mismo denunció en la Justicia.

Era un testigo arrepentido en la causa de los cuadernos porque habría visto demasiadas cosas y acabó enterrado en un terreno de Santa Cruz, como también habría terminado enterrada mucha plata de los argentinos.

Un día, hace unos ocho años, su madre, histórica militante de los Kirchner, habrá pensado que había salvado el futuro de su hijo cuando le comunicaron que Fabián trabajaría para ellos, sin pensar que estaba construyendo su muerte. Supuestamente pensó que estaba tocando el cielo cuando en realidad estaba descendiendo, llevando de la mano a su propio hijo porque lo estaba involucrando en un mundo lleno de disvalores.

Hoy, Fabián terminó -o terminaron-, con su vida sólo por haber pasado “una temporada en el infierno”, como decía un poeta. Y el poder en la Argentina se parece demasiado a ese lugar mítico-religioso que nadie sabe dónde queda pero que cada uno lo lleva en su propia alma.

El género y el papel

En Olavarría, Celeste no pudo combinar con el amarillo. No lo quiso acompañar al Intendente en la rendición de cuentas y recibió su sanción política. Mis amigos españoles no entendieron muy bien por qué se había considerado que la advertencia de Galli a Celeste acerca de que no iba a participar más en su espacio se la había considerado una “violencia de género”, en vez de entenderla como una sanción política.

“Escúchame Roberto -me interpeló telefónicamente mi amigo Juanfe, después de enterarse del caso por las redes-, la política en todo el mundo tiene esos códigos y va más allá del género. Lo que sí me parece desubicada fue la expresión posterior del alcalde (así denominan a los intendentes en aquellas tierras) cuando lo atribuyó a una “moda” la crítica que le descargaron sobre su cabeza”.

El comentario de mi amigo español no deja de ser algo polémico, pero es para pensarlo. El consideró –además- que el caso tenía más de “abuso de interpretación que de género”, con lo cual profundizó la polémica.

En tanto, en el diario local se profundiza la pulseada entre los antiguos y nuevos dueños y no se sabe si van a poder seguir conviviendo. Posiblemente las noticias más importantes pasen por lo que ocurre dentro del medio que por lo que sucede afuera. Entonces, un diario auto referencial sería un éxito y agotaría su tirada.