Los Trump latinoamericanos, el ocaso de los dioses de cartón y el simulacro local

POR ROBERTO PEÑAYOS. COMENTARIO POLITICO DE LOS DOMINGOS. Afortunadamente, el pueblo norteamericano pudo echar a un grotesco como Trump pero quedan otros y otras como él en Latinoamérica. “Pino” Solanas, lejos del país como siempre lo estuvo. Olavarría juega a la política.

Política 08/11/2020 Primera Info Primera Info
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Murió Fernando “Pino” Solanas, un hombre del cine y que creyó que la política era algo relacionado con la ficción. Ingresó junto a “Chacho” Alvarez al Frente Grande, luego al Frepaso, y al poco tiempo -por esa rara manía del fundamentalismo de izquierda argentino- su purismo y su soberbia lo llevó a dividirse eternamente hasta terminar “habitando” en un departamentito de dos por dos.

En el cine hizo dos o tres panfletos que no tuvieron nada de artístico, aunque una sirvió para hacer conocido a un actor mediocre como Lito Cruz. En su penúltimo film, “El exilio de Gardel”, logró que los chicos conocieran a un Goyeneche al que ya no le daba la voz ni para hablar por teléfono. Y la última fue un volante peronista, muy berreta, como todo el arte que pretende dejar sólo un mensaje político.

Es decir, lo recordamos desde el cine porque en la política sólo se limitó a cobrar y a emplear asesores.... Ah, y a dividirse.

Como todo tipo venido del arte (aunque él nunca completó su viaje de ida) tomó la política como un camino hacia la trascendencia individual y nada más. No hizo nada por la gente y sólo tiró panfletos vetustos sin ninguna utilidad para la gente común. Es decir, pudo más la soberbia y el romanticismo barato que las ganas de servirle a alguien.

Supuestamente quería que la gente lo recordara y nada más. El problema es que hizo nada para quedar en la memoria. Y terminó como un burócrata diplomático, cobrando en dólares pero atendido como los mejores cuando quizá si hubiese estado en un hospital de Lanús o Lomas de Zamora se hubiese salvado.

Así podrían terminar también los “Chacho” Alvarez o los Daniel Scioli, llevándose dólares al bolsillo, lejos, lejísimo del país, como siempre lo estuvieron, y acompañados por su soberbia y sus incapacidades para servir humildemente a sus compatriotas.

Igualito a mi Santiago

A mis amigos españoles les gusta jugar con las metáforas. Ellos dicen que Donald Trump es idéntico a Nicolás Maduro, a Jair Bolsonaro y que también Cristina Kirchner es una copia fiel del empresario yanqui, sólo que “la de vosotros -bromean- viene del sector público”. Es más, un asturiano amigo de mis paseos cantábricos durante el 2003 –fanático del humilde Sporting de Gijón-, me comentó que “Trump bien podría haber sido un político argentino”.

Entonces, a la vicepresidenta argentina se le ha caído un hermano ideológico y debe suponer que le está anticipando el resultado electoral del año que viene.

Es que la gente va aprendiendo a votar y no quiere más payasos en el poder. Desea ser representada por gente seria y racional.

La derrota de Trump es la derrota del histrionismo político, y el histrionismo es una figura psíquica peligrosa pues reúne lo cómico y lo perverso a la vez. En síntesis, el patetismo.

El ex presidente norteamericano es patético hasta para irse de una buena vez a su casa. Primero fue el pueblo norteamericano el que le dio una patada y lo expulsó del poder. La segunda será su esposa que ya está preparando los botines para hacerlo. En verdad, estos personajes patéticos son insoportables y Dios los ha puesto en la vida sólo para molestar.

Por lo tanto, como todo progresa y el mundo se encamina hacia formas de vida más lógicas y racionales, la caída de Trump prefigura el ocaso de estos dioses de cartón y la historia se los terminará llevando puestos como se los llevó a Mussolini, a Hitler, a los Stalin y todos sus hermanos ideológicos.

Cristina llora la derrota de ese familiar, mezcla de facho y de grotesco para quienes creen que la grandeza y la humildad son dos conceptos que se contradicen entre sí.

Ilusiones y simulacros

Mientras tanto, Olavarría comienza a querer alejarse del virus o, al menos, como ocurrió en el AMBA, se acordaron de hacer testeos cuando vislumbran un horizonte de esperanza por la vacuna.

Pero ha comenzado una nueva pandemia, la de las internas. El Intendente, aprovechando la opacidad del Concejo Deliberante, se anticipó a la ordenanza de los clubes y decidió apurar los tiempos con un decreto para subsidiarlos sin tanta burocracia política.

Oficialismo y oposición no se juntan ni para tomar un café, pero hablan de diálogo como si todos tuviesen la predisposición para dialogar.

Olavarría es un reflejo del país, y lo es desde hace muchos años.

La oposición apuesta a incomodar al oficialismo y éste reacciona cuando ya tiene la pelota dentro del arco. Pero, como la gente siempre estuvo ausente de lo que pasaba, todos se van a su casa satisfechos del deber cumplido. Ambos bandos jugaron ese partido intrascendente con cosas que no le cambió la vida a nadie. El histrionismo se fue apoderando de la política y las acciones son sólo simulacro o ilusiones.

¿Un psiquiatra por ahí, por favor...?.

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