Una mirada catalana y menos contagios que conflictos en un Hospital complicado

Mi amigo Patxi (se pronuncia Pachi, claro está), que vive en Barcelona, a unos pasitos nomás de la Sagrada Familia (es un sueño vivir por allí, lo juro) piensa que nuestro presidente tiene demasiados jefes. Desde que le pusieron la banda, dice este arrogante catalán, le viene obedeciendo a la Vice quien ahora le envía las órdenes a través de ese gobernador petisito que tienen ustedes. Sin duda se refería a Kicillof, quien se maneja con toda la soberbia de un advenedizo de la política.

Pero a los catalanes no hay que hacerles mucho caso. Son como los argentinos. Es decir, se sobrevalúan y suponen que por tener a Francia a un paso -que para llegar sólo basta cruzar un tramo de los Pirineos, que tienen la altura de un médano de Reta-, son más franceses que españoles.

Barcelona fue una ciudad de izquierda durante la Guerra Civil española, de anarquistas y socialistas y muy combatidos por el fascismo español de Franco. Por ello, por la relación del generalísimo y el gran líder argentino siempre creyeron que el peronismo y ahora el kirchnerismo y todos los populismos latinoamericanos, representan una versión más del fascismo que gobernó Italia durante la década del veinte y del treinta. Son corporativismos con plena sumisión de los gremios al poder político y un desprecio absoluto por los partidos políticos y las instituciones republicanas.

“Si hasta el mismísimo Perón decía que el partido era sólo un instrumento electoral y que lo que solamente valía era el movimiento, esa mezcla rara de orientaciones políticas de cualquier sesgo” apuntó Patxi, quien está haciendo su tesis doctoral en base a un estudio del peronismo como fenómeno político argentino.

“Vosotros sois patéticos”, me sacude, y cuando le pregunto por las causas de semejante descalificación me señala lo que para él son brutales contradicciones: “La Vicepresidenta es erigida como un modelo de feminismo y fue su esposo quien la llevó hasta la Rosada. A Eva Perón también se la considera un emblema de lo mismo y les decía a las mujeres que ellas no debían pensar, que para ello estaba Perón. Es todo muy loco, hombre!!”, exclamaba mi amigo desde su querida Barcelona (es fanático del Barsa, obviamente, y de Messi).

No sé si todo esto tiene la dimensión que él le da, pero hay algo que es cierto y es que Alberto Fernández es un obediente de la gran siete porque ahora se sometió a la desesperación de Kicillof quien lo llevó a cerrar todo y a pelearse con Rodríguez Larreta, el único que le sostenía la gobernabilidad porque desde adentro lo están dinamitando desde los cuatro costados. Mientras tanto Cristina se esconde, o salió de compras para hacerse la distraída. Total, lo tiene a Axel que es capaz de inmolarse por ella.

Salud y gremios

En Olavarría, la doctora Alejandra Capriata busca hacer pie con su gremio provocando al Intendente. Pero dicen que los profesionales están con Galli o directamente son de nadie o responden sólo a sus intereses inmediatos, mucho menos políticos que económicos. Pero siempre fue así en el Hospital y los profesionales de la Salud locales buscan situarse siempre cerca del poder.

Con la pandemia Olavarría parece estar mucho mejor que Tandil, que ya decretó un virtual toque de queda de doce horas. De 18 a 6 no puede circular nadie, pero no pueden parar las reuniones familiares y sociales que le ha colapsado el hospital.

A todo esto la lógica de las restricciones parece haberla hecho un loco, porque no se entienden las causas por las cuales se cierran los restoranes y bares y si suspende la presencialidad escolar.

¿Es por el poder de los gremios docentes que pasa esto y que dictan las políticas educativas…?.

Los datos de los contagios son similares en los sitios gastronómicos y en las escuelas. Entonces ¿por qué tanta diferencia a la hora de poner restricciones?. No hay otra explicación que la incidencia del poder gremial.

En el Hospital asoma un nuevo sindicato de profesionales de la salud y se presentó en sociedad disparándole munición gruesa al secretario de Salud, pero la figura de Germán Caputo parece haber salido muy bien parada.

Volviendo a la mirada catalana, para mi amigo Patxi este es el rasgo diferencial. Porque es el poder político el que obedece a los sindicatos y no a la inversa. Y ya tomó nota de esta particularidad para su tesis.

El Presidente terminó siendo un niño muy obediente de quien tiene el poder y lo ejerce directa o indirectamente. Seguro que él no es, sino quien lo puso en ese lugar.