Entre banderazos, confinamientos y pandemias regionales

La Argentina es un país extraño en el que la mitad de la población está encerrada, y la otra mitad en la calle protestando contra el Gobierno.

Ayer, nuevamente, casi todas las plazas del país se llenaron de gente en contra de la gestión de Alberto Fernández y pidiendo por la prisión de la Vicepresidenta. El reclamo por la libertad y la democracia fue llamativo y se pareció al que se suele hacer en cualquier país bananero del continente.

Mis amigos españoles no lo pueden creer y me llamaron enseguida para enterarse de lo que estaba pasando. Ellos también están confinados en sus casas, la gran mayoría, o con cuidados extremos porque el virus volvió al ataque.

Tienen la esperanza que van a vivir un tiempo más que la cuarentena, y yo les dije que a nosotros nos pasaba algo parecido.

El panorama es desalentador, porque el Gobierno no ha invertido nada en fortalecer la cobertura sanitaria y sólo se dedicó a perder tiempo mientras el Presidente y la gente se dedicaba a engordar algunos kilos.

A Fernández ya no le entran los pantalones y la angustia y el estrés se reflejan en sus ojeras. Si sigue decretando cuarentenas, al Presidente no le va a entrar ni siquiera el barbijo.

La paradoja nacional es que a medida que crece el aislamiento, la gente engorda y la economía nacional adelgaza. Al gobierno le salieron mal los cálculos puesto que creyó que la pandemia se iba a quedar por menos tiempo y que la economía podía comenzar a despegar unos meses antes.

Pero la situación va de mal en peor y los rebrotes son cada ve más indetenibles.

Un TOAR pandémico

Ni el TOAR pudo asimilar tanto a las ciudades de la región como lo hizo el coronavirus. Tandil y Olavarría ostentan los mismos números, sólo que la ciudad serrana tiene menos decesos. Azul se va acercando peligrosamente a las estadísticas de sus vecinos, y la pandemia se va agravando con el transcurrir del tiempo.

No se testea como se debe en ningún lugar, y los gobiernos han preferido guardarse el dinero destinado a ello. A los pacientes los confinan y nada más. Y así se procede en el Gran Buenos Aires hasta que el paciente no dé más y no muestre algún síntoma evidente del Covid-19.

Los comercios han comenzado a trabajar y eso les trajo un poco de alivio a los municipios. Tanto en Tandil como en Olavarría, la caída de la recaudación fue de tan sólo un 8 por ciento.

El intendente Ezequiel Galli ha decidido involucrarse en la interna radical a través de la lista de Rubén “Bebe” Lanceta, pero terminó apoyando la candidatura futura de Martín Lousteau y acabó favoreciendo a Celeste Arouxet, porque el lancetismo le terminó dividiendo los votos al radicalismo de Franco Cominotto favoreciendo de esa manera a la edil radical que hoy por hoy mantiene una conducta opositora en el Concejo.

El peronismo está un poco anárquico porque a La Cámpora de Valicenti le ha salido un rival, el no kirchnerismo que hoy encarnan Marisel Cides, con sus aliados de los sindicatos municipales y camioneros, y el eseverrismo que especula con el armado de un espacio peronista casi ortodoxo, mezcla de massismo, monzoísmo y por qué no, el pichettismo de Mario Cura.

El don pirulero

El Presidente esperaba un mayor nivel de contagio de la política oficial, pero muy pronto la gente comenzó a ver en el Gobierno Nacional una suma de intereses inconexos con políticas fragmentadas y no un solo proyecto compartido.

Cada uno con sus obsesiones. Cristina, intentando eliminar a los jueces que le ocasionan alguna incomodidad, Alberto, peleando a enemigos transferidos por su Vice y el pobre ministro de Economía, un tanto estresado porque no sabe de dónde vendrán los disparos, si de los bonistas o del propio presidente del Banco Central.

Así estamos…